diumenge, 30 d’agost del 2020

40 Desde mi ventana: Víctor



Víctor. 

Como siempre, recibimos los avisos y nos presentamos en el lugar para hacernos cargo del cuerpo de la persona fallecida. Pero ahora la situación es anómala.

Tengo 50 años y he trabajado toda mi vida en esta empresa. Mi abuelo fabricaba féretros, mi padre amplió la fábrica y añadió los seguros de decesos y yo continuo su labor.

Mis hermanos y yo jugábamos de pequeños al escondite en la nave donde mi abuelo tenía la exposición ¡Imaginad el escondite ideal para nosotros!

Una vez estaba solo y aburrido y me dormí dentro de una de las cajas aterciopeladas y blanditas, mi familia no me encontraba y alertaron al vecindario, todo el mundo me estaba buscando por los lugares más raros y lejanos, cuando desperté y salí de la fábrica, no comprendí qué estaba pasando, solo recuerdo a mi madre que primero me abrazó llorando hasta casi asfixiarme. Después vino la reprimenda, claro.

Para mí el nacimiento y la muerte forman parte de un ciclo natural. Lo he vivido desde la infancia.

Durante estos dias del covid, los avisos han sido constantes. Los viajes a hospitales o residencias eran diarios, lo que cambiaba era el escaso número de familiares y la falta del homenaje que se suele hacer en la despedida de un ser querido. Las normas de precaución son estrictas y se deben aceptar. No había flores, ni amigos, ni actos religiosos o sociales, ni discursos…

Todas las personas fallecidas han tenido un proceso y se han seguido los protocolos. Tengo las fichas de cada una de ellas, sin embargo, tengo un sentimiento extraño, un dolor especial que no había sentido antes de esta pandemia.

Ha quedado una urna sin que nadie la reclame. Es la de Elena.

No sé qué puede haber pasado. ¿No tenía familia? ¿La están buscando en otro lugar? ¿Vivía sola sin parientes ni amigos? Voy a investigar para resolverlo.

En su ficha dice que tenía 35 años y trabajaba cuidando a una anciana de 85. Llegó de un país al otro lado del Atlántico. Buscaré la agencia que la colocó y averiguaré si se lo han notificado a su familia. 

Desde mi ventana, me gustaría poder ver el paisaje rural de la casa de mi abuela, el monte, los prados, el rio y el camino lleno de lirios. De todas maneras, el paisaje urbanita que veo no está mal, la rotonda con la escultura moderna, los pinos, las flores y la fuente, lo único distinto es que siempre está a rebosar de tráfico y ahora no se ve a nadie.

 

 

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