dilluns, 29 de juny del 2020

15 Desde mi ventana : Cristian



Cristian.


El restaurante estaba a punto. La inauguración prevista para el día 13 de marzo. Esperábamos el fin de semana con ilusión, la despensa y las neveras llenas. Seriamos dos camareros en la barra y tres en las mesas, en la cocina dos personas más y la dueña supervisando todo, ocupándose de la caja y echando una mano donde hiciera falta.

En la televisión apareció el presidente del gobierno anunciando el estado de alarma por una pandemia muy peligrosa que recorría el país y que amenazaba con colapsar la sanidad. La única solución era el confinamiento total, drástico a rajatabla, de toda la población. Lo primero que pensé fue en las gambas frescas. No me preguntes porqué ¿Qué íbamos a hacer con tantos kilos? Congelarlas, claro. Después fui repasando el resto de los productos que teníamos preparados para la inauguración. Dulces, bebidas, fruta, carne, pescado, verduras… imposible guardarlo todo.

Me consolé pensando que solo era un atraso de quince días. Luego fueron muchos más.

Todavía no había formalizado mi contrato de camarero, así que me encontré en casa sin trabajo, sin dinero y con la moral por los suelos. Mi pareja tampoco tiene trabajo. Tenemos dos chiquillas preciosas que nos alegran la vida con sus abrazos y sus risas. No quiero que sepan la angustia que estoy pasando al tener que pagar el alquiler y la comida con tan pocos ahorros.

No sé qué voy a hacer.

Estoy en casa desesperado y no encuentro la manera de salir adelante.

 


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