diumenge, 30 d’agost del 2020

23 Desde mi ventana: Elena


 

Elena.

Vino a trabajar. Dejó en su país al pequeño de ocho años con su familia y cruzó el océano. Sola.

Los sentimientos de una persona cuando se encuentra lejos de su casa, familia y amigos, en un lugar desconocido y muchas veces nada acogedor, solo la conocen realmente quienes han tenido que emigrar por necesidad.

Después de dos experiencias muy duras en otros trabajos, tuvo suerte. Encontró a Carmen por medio de una agencia. La anciana de 85 años vivía sola. Era completamente independiente, apenas tenía achaques y lo único que necesitaba era compañía. Elena vivía con ella. Limpiaba la casa, hacia la compra, preparaba la comida, salían juntas a dar un paseo, incluso alguna noche la acompañó al teatro. Se necesitaban la una a la otra, por distintos motivos. Carmen estaba bien cuidada y acompañada, Elena podía enviar todos los meses gran parte de la paga a su familia.

No se supo donde ni cómo pudo contagiarse Carmen. Tuvo que quedarse ingresada en el hospital y al poco tiempo falleció. Elena también. Ella tenía 35 años.

Un virus desconocido llegado de la China empezaba a hacer estragos, el Covid 19. Las dos mujeres están en la lista de las primeras víctimas que se empezaron a contabilizar. Luego fueron muchas más.

Solo fui su amiga unos meses. Nos veíamos algún fin de semana. No sé qué ha pasado con su funeral. Supongo que cuando salgamos del confinamiento podré averiguarlo.

Desde mi ventana oigo las sirenas de las ambulancias.


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