Elena.
Vino a trabajar. Dejó en su país al pequeño de
ocho años con su familia y cruzó el océano. Sola.
Los sentimientos de una persona cuando se
encuentra lejos de su casa, familia y amigos, en un lugar desconocido y muchas
veces nada acogedor, solo la conocen realmente quienes han tenido que emigrar
por necesidad.
Después de dos experiencias muy duras en otros
trabajos, tuvo suerte. Encontró a Carmen por medio de una agencia. La anciana
de 85 años vivía sola. Era completamente independiente, apenas tenía achaques y
lo único que necesitaba era compañía. Elena vivía con ella. Limpiaba la casa,
hacia la compra, preparaba la comida, salían juntas a dar un paseo, incluso
alguna noche la acompañó al teatro. Se necesitaban la una a la otra, por
distintos motivos. Carmen estaba bien cuidada y acompañada, Elena podía enviar
todos los meses gran parte de la paga a su familia.
No se supo donde ni cómo pudo contagiarse
Carmen. Tuvo que quedarse ingresada en el hospital y al poco tiempo falleció.
Elena también. Ella tenía 35 años.
Un virus desconocido llegado de la China
empezaba a hacer estragos, el Covid 19. Las dos mujeres están en la lista de
las primeras víctimas que se empezaron a contabilizar. Luego fueron muchas más.
Solo fui su amiga unos meses. Nos veíamos
algún fin de semana. No sé qué ha pasado con su funeral. Supongo que cuando
salgamos del confinamiento podré averiguarlo.
Desde mi ventana oigo las sirenas de las
ambulancias.
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