Laia.
El terrible dolor de cabeza me duró tres dias.
Después ya fue más soportable, pero empezó la tos y la dificultad para
respirar. Creí que era un resfriado fuerte. Aunque ya había oído hablar del
virus, no imaginé que tuviera nada que ver conmigo. Pensaba que no había estado
en ningún sitio de riesgo y todavía no se habían tomado las medidas oficiales de
confinamiento.
El primer dia que me sentí mal no pude ir a
trabajar, eso evitó que yo transmitiera la enfermedad a mis compañeras y a los
alumnos.
El dolor del pecho, y la sensación de no poder
respirar se hacían cada vez más agobiantes. La tos no me dejaba dormir. Cada
dia estaba más agotada y la avalancha de noticias que se oían en todos los
canales de televisión me abrumó.
Cuando supe que la mayoría de mis amigos
también estaban como yo, me entró el pánico. Tuve la certeza de que todos nos
habíamos infectados con el Covid 19. No llego a comprender cuándo ni dónde pudo
ser, pero efectivamente así fué.
Marina llegó a estar ingresada en el hospital
bastante grave. Yo pasé la enfermedad en casa con grandes dificultades, a
cientos de kilómetros de mi familia, sola y asustada.
El equipo médico del centro de salud que me
atendió fué estupendo, les estoy muy agradecida. Me llamaban todos los dias, me
daban pautas a seguir, indicaban la medicación que debía tomar y me animaban. Sabía
que estaban ahí al otro lado del teléfono para todo lo que necesitara. Desde
ese instante no me sentí nunca sola.
Pasé a formar parte de los miles de pacientes
que se contabilizaban como infectados en todo el país.
Mi madre me llamaba continuamente por
videoconferencia, pero no podía hacer nada por mí. Solo esperar que me recuperara.
Desde mi ventana puedo oír los aplausos, las
canciones y las palabras de ánimo de los vecinos.
Estoy mejor pero no tengo fuerzas ni para
asomar la cabeza.
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