diumenge, 30 d’agost del 2020

38 Desde mi ventana: Sonia



Sonia. 

Desde que nació nuestro segundo hijo, las cosas comenzaron a ir mal. Nos pasábamos el dia discutiendo, siempre de mal humor. Todo nos iba alejando poco a poco casi sin notarlo. El autismo de Marc dificultaba nuestra relación, sencillamente su padre no lo pudo aceptar. La dedicación exclusiva y constante que necesitaba lo superó.

Ahora tiene 8 años y aunque yo me siento con fuerzas para seguir adelante, su padre no. La situación ha llegado a ser tan complicada que hemos preparado los papeles de la separación y justo ahora nos llega esto. El confinamiento.

Los dos niños que atender, las necesidades especiales de Marc, el teletrabajo, el poco espacio del piso y nuestros continuos reproches, no favorecen este encierro obligatorio.

Esto se está convirtiendo en un infierno. Mis hijos están sufriendo las consecuencias de la mala relación. No sé cómo voy a resistir.

Ayer bajé a tirar la basura, me llevé a Marc conmigo para que se moviera un poco porque estaba muy alterado. Cuando llegué a la esquina oí gritos desde una ventana, no sabía qué estaba pasando hasta que comprendí que me estaban insultando, primero una y luego docenas de personas desconocidas. La rabia que transmitían era terrible. Si hubieran estado cerca, estoy segura de que me habrían agredido no solo con la palabra. Tuve miedo. Al llegar a casa me puse a llorar.

¿Qué está pasando? ¿Nos estamos volviendo inhumanos? ¿De dónde sale tanto odio?

No tengo superpoderes, esta situación me está agotando, pero sé que tengo que salir adelante, he de hacerlo.

Desde mi ventana veo la avenida con los coches aparcados, el carril bici vacío, los bares cerrados, la autoescuela sin ningún movimiento, la grúa y las obras paradas, solo los semáforos continúan su encendido y apagado monótono para dirigir una circulación inexistente.

Algunas veces, por la noche, cuando todos duermen, me quedo mirando como cambian los colores, rojo, verde, ámbar, rojo, verde, ámbar… respiro hondo y me imagino volando sobre los tejados de la ciudad. Luego camino despacio hacia la habitación donde descansan mis hijos.

Me acurruco a su lado como un gato y espero que llegue un nuevo dia.

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