diumenge, 30 d’agost del 2020

26 Desde mi ventana: Anselmo


 

Anselmo.

Y el planeta se paró. Pero los tomates seguían creciendo y las cabras dando leche.

Decían que no se podía salir de casa para nada. Solo a la compra, a por medicamentos o a tirar la basura.

Ya me gustaría ver a los listillos que hablan solo para la gente de la gran ciudad.

Mis cabras tienen que comer sí o sí y ordeñarse todos los dias. Si la cuadra está a un km de mi casa, tendré que ir. Hablaré con quien sea, pero yo tengo que ir al monte.

Lo mismo con los tomates y las patatas, puedo ir a la tienda del pueblo a comprarlos, pero no puedo ir a mi huerta que la tengo mucho más cerca, a 500 metros, justo detrás de mi casa.

De locos, esto es de locos.

Comprendo que lo que está pasando en el mundo es muy grave, pero yo me estoy comiendo las manos de ver que todas las medidas de seguridad se hacen pensando en la gran ciudad. No puedo ir a trabajar, ni vender la leche, ni sacar a las ovejas al campo para que coman hierba fresca, pero tengo que ordeñarlas ¡es imprescindible! Aunque tenga que tirar toda la leche porque no tengo forma de almacenarla.

Espero que pronto se puedan llevar los quesos, al menos no todo serán pérdidas.

 Desde mi ventana veo el prado, los montes y las nubes que amenazan lluvia.

A mí el agua no me molesta, pero que a los ganaderos se nos vea como a gente de segunda, sí. Agricultores y ganaderos somos imprescindibles.

No sé si ahora se darán cuenta. 

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