Rafa.
Mi madre no me
deja en paz con los videojuegos.
Llevo más de un mes sin salir de casa para
nada. Ella va al hospital todos los días, mi padre también sale a trabajar,
conduce ambulancias. Se turnan para que no me quede solo en casa, aunque a
veces no lo pueden conseguir. Y entonces es cuando más a gusto estoy, con mi
ordenador, la Play y los videojuegos. Entro en Instagram, Facebook, Snapchat,
YouTube… el mundo entero puede estar en mi habitación y yo salir al mundo en
pijama.
Cuando llegan por
la noche a casa cansados, a veces muy serios, me piden que salga ya de mi
habitación y deje los juegos. Yo con el Outer Wilds exploro el espacio
alrededor de nuestro planeta, es fantástico y en el Luigi’s Mansion 3, los
puzles y los fantasmas del hotel me encantan. Dice mi padre que estoy
enganchado, que no es bueno para mí, pero yo creo que no me comprenden.
No siempre
cenamos los tres juntos, por los turnos que han de hacer, pero cuando estamos
todos, no pueden dejar de hablar de su trabajo. Así es como yo me hago una idea
de primera mano de lo que pasa fuera, en mi ciudad. Porque las noticias del
mundo que veo en Internet son un rollo con tanto Covid. Aunque, aquí en casa no
paran tampoco de hablar de lo mismo.
Desde mi ventana
solo veo la copa de los árboles de la calle, no pasan coches ni personas.
Además, ha estado lloviendo casi todo el tiempo. Pero en mi mundo, estoy
superbién. Las videoconferencias con los colegas me hacen pasar un rato genial.
Luego están las pelis, y todo lo demás.
Salir a la calle
y estar con los amigos es lo único que echo de menos.