diumenge, 30 d’agost del 2020

28 Desde mi ventana: Javier



Javier.

He apartado los muebles del salón para tener suficiente espacio.

La cámara de video ya está preparada para grabar.

La música lenta comienza a sonar y nuestros pies juntos, inmóviles, se preparan para el diálogo. Primero lentamente, avanzando, retrocediendo, entrelazándose, dando giros suaves y volviendo a quedar juntos frente a frente.

Hemos tenido que cerrar la academia temporalmente. La pandemia de Covid 19 ha obligado al país entero a quedarse en casa. Maria y yo seguimos bailando en el salón. El baile forma parte de mi vida. Es importantísimo para mí.

Desde mi ventana veo las farolas de hierro y los balcones con macetas de mi estrecha calle. El sol apenas entra un momento por las mañanas. Es un lugar tranquilo, poco transitado. Ahora desde luego, solitario.

En el pueblo, la casa de mi infancia me espera.

El prado con su nogal y la mesa rústica de madera bajo sus ramas. La pequeña alberca donde me bañaba de niño, y el aire limpio con olor a hierba.

Si lo hubiera sabido antes habría pasado allí el confinamiento. Hablan de que habrá fases de desescalada en las que ya se podrá circular de nuevo.  En cuanto pueda iré al pueblo.

Bailaré con los pies descalzos sobre la hierba.

 

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