Alicia.
Mi madre es una heroína.
Ella dice que yo también lo soy. Que formo
parte de su equipo por haberla apoyado durante todo este tiempo.
Me explica que todo el personal del hospital,
incluida ella, puede trabajar mucho mejor sabiendo que sus hijos los comprenden
y ayudan.
Cuando llega a casa agotada, sin ganas de
hablar y a veces muy triste, no le hago preguntas. La dejo tranquila y espero
que se ponga la ropa cómoda y se siente en el sofá. Entonces me acerco y sin
decir nada le acaricio la cabeza con mis manos, ella cierra los ojos y deja que
mis dedos se muevan entre su pelo suavemente. Le encanta. A mí me gusta su
sonrisa cuando me mira.
Me duele mucho su ausencia y me gustaría que
estuviera más tiempo conmigo, pero sé que ahora hay una urgencia médica grave y
ella tiene que salvar vidas y trabajar para controlar al virus.
He tenido que quedarme sola en casa muchas
veces. Siempre le digo que no se preocupe. Sé que no puedo salir a la calle. Me
gusta leer, dibujar y ver la tele. Hago los deberes y después de cenar sabe que
me voy a la cama.
Unos vecinos le dejaron una nota en la que se
ofrecían para traerle la compra a casa y lo han hecho algunas veces. Son gente
estupenda.
Desde mi ventana se ven muchos arco iris
dibujados en tela colgando de los balcones, también globos de colores y
corazones. La parada del tranvía está vacía, hay pocas personas en la puerta
del supermercado, y un señor pasea a su perro.
Me gustaría mucho poder ver a mis amigas y a
mi abuelo. Hace casi dos meses que estamos sin poder salir y he de confesar que
este confinamiento a veces se hace largo y aburrido.
Los aplausos y el cariño ayudan a seguir
adelante.
Yo solo quiero recuperar a mi madre.
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