dilluns, 29 de juny del 2020

8 Desde mi ventana: Laura



Laura.

Acabo de grabar el cuento que les mandaré a mis peques.

Cada día, sentada en la alfombra del comedor, convertido en plató de grabación, les ofrezco uno diferente. Los invito a que lean en sus casas. Les mando abrazos y ánimos. Antes preparo las actividades y recomendaciones que mandaré por el grupo de WhatsApp a las familias para que trabajen en casa. Cosas sencillas que se pueden hacer sin demasiada dificultad, pero aun así yo tengo muchas para conseguir que las realicen. Y todavía más para contactar con todas y cada una de ellas.

Cada familia tiene una idea de la educación y unas prioridades distintas, además las circunstancias son muy diversas. En casa de Ana son cuatro hermanos y solo tienen un ordenador que les proporcionó la escuela. Iván en cambio, tiene todo lo que necesita y su familia volcada en ayudarle. Salva, serias dificultades en atención. Luisa es encantadora, pero vive en su mundo especial. Alba llora por cualquier cosa y ahora está asustada, dice su madre que se ha vuelto a hacer pis en la cama y reclama constantemente la atención de su familia.

Con todo este panorama se nos dice que continuemos las clases, que intentemos que sea lo más normal posible.

¿Normal? ¿qué quiere decir normal? 
Llevamos más de 30 días de confinamiento ¿es eso normal?

Se ha puesto en evidencia claramente cuál es el papel de la escuela. 
No es un lugar al que van unas personas de edad temprana, con la mente vacía o semi llena de conocimientos, para que las maestras y maestros los llenemos de conceptos que pueden ser obsoletos en unos años.

La escuela es un lugar de encuentro, lleno de complicidades, donde se acompaña a los niños y niñas para que cada uno descubra su potencial y lo desarrolle al máximo. Para rescatar al indeciso, animar a la tímida, abrir caminos a las mentes, enseñar a pensar, a tener empatía, a descubrir los sentimientos, a conocer las emociones. Aprender y desear que el mundo sea mejor, más humano, libre y justo.

No se puede trabajar todo eso desde la distancia. 
No al menos en estas edades.

Desde mi ventana veo las calles vacías, nadie camina por las aceras, ningún vehículo pasa. En el jardín de enfrente, los columpios no se mueven, no hay niños y niñas jugando como de costumbre.

Y la escuela, también está vacía.  

 


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