Laura.
Acabo de grabar
el cuento que les mandaré a mis peques.
Cada día, sentada
en la alfombra del comedor, convertido en plató de grabación, les ofrezco uno
diferente. Los invito a que lean en sus casas. Les mando abrazos y ánimos.
Antes preparo las actividades y recomendaciones que mandaré por el grupo de
WhatsApp a las familias para que trabajen en casa. Cosas sencillas que se
pueden hacer sin demasiada dificultad, pero aun así yo tengo muchas para
conseguir que las realicen. Y todavía más para contactar con todas y cada una
de ellas.
Cada familia
tiene una idea de la educación y unas prioridades distintas, además las
circunstancias son muy diversas. En casa de Ana son cuatro hermanos y solo
tienen un ordenador que les proporcionó la escuela. Iván en cambio, tiene todo
lo que necesita y su familia volcada en ayudarle. Salva, serias dificultades en
atención. Luisa es encantadora, pero vive en su mundo especial. Alba llora por
cualquier cosa y ahora está asustada, dice su madre que se ha vuelto a hacer
pis en la cama y reclama constantemente la atención de su familia.
Con todo este
panorama se nos dice que continuemos las clases, que intentemos que sea lo más
normal posible.
¿Normal? ¿qué
quiere decir normal?
Llevamos más de 30 días de confinamiento ¿es eso normal?
Se ha puesto en
evidencia claramente cuál es el papel de la escuela.
No es un lugar al que van
unas personas de edad temprana, con la mente vacía o semi llena de
conocimientos, para que las maestras y maestros los llenemos de conceptos que
pueden ser obsoletos en unos años.
La escuela es un
lugar de encuentro, lleno de complicidades, donde se acompaña a los niños y
niñas para que cada uno descubra su potencial y lo desarrolle al máximo. Para
rescatar al indeciso, animar a la tímida, abrir caminos a las mentes, enseñar a
pensar, a tener empatía, a descubrir los sentimientos, a conocer las emociones.
Aprender y desear que el mundo sea mejor, más humano, libre y justo.
No se puede
trabajar todo eso desde la distancia.
No al menos en estas edades.
Desde mi ventana
veo las calles vacías, nadie camina por las aceras, ningún vehículo pasa. En el
jardín de enfrente, los columpios no se mueven, no hay niños y niñas jugando
como de costumbre.
Y la escuela,
también está vacía.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada