dilluns, 29 de juny del 2020

14 Desde mi ventana: Luisa



Luisa


Mi abuelo murió ayer. 

No lo pude ver. Tampoco pude despedirme, darle un último beso en la mano o en la mejilla. Hablarle, aunque no me oyese, decirle cuanto le quería, éramos cómplices en tantas cosas, nos entendíamos con solo un gesto, una mirada, una sonrisa.

No pude acompañarle en los últimos dias, estaba en coma inducido para no tener sufrimientos hasta que su cuerpo dejó de funcionar. Solo el personal sanitario estaba autorizado a entrar en su habitación con extremas medidas de seguridad. Sé que estuvo muy bien atendido y por eso estoy muy agradecida, nunca lo bastante.

Sin embargo, el dolor que siento es tan enorme que parece que mi pecho va a estallar. Busco alguna cosa que me sirva de válvula de escape, alguien o algo a quien culpar, no sirve que me digan que ya era mayor, que es ley de vida, que las complicaciones son habituales a esta edad, que esta pandemia no la esperaba nadie… nada me consuela. Estoy muy enfadada y furiosa con el mundo y no sé qué hacer.

No puede haber desaparecido de mi vida. Así, no.

Desde mi ventana, con los ojos hinchados y enrojecidos de tanto llorar, veo las de los pisos de enfrente, cerradas, sin vida. En los balcones varios arco iris dibujados. Y si miro hacia arriba, el cielo completamente nublado a punto de llover.

Las nubes van a llorar conmigo.


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